INCOMPLETOS
No hay nada más que pararse un
momento a pesar y averiguar por uno mismo que no estamos completos. Desde que
nacemos nos hacen falta estímulos para desarrollar la personalidad y demás
aspectos de la vida. En nuestra tierna infancia nuestros padres, hermanos, tíos,
abuelos, etc.., son los encargados de estos menesteres. Durante ese tiempo se
nos enseña lo que es la familia, valores y principios que nos van a servir
durante nuestra existencia.
En cuanto entramos en la
adolescencia y juventud se suben a nuestra vida personas que en apariencia nos
eran extrañas hasta hace poco pero que de repente llegan a tener una gran trascendía
en nuestro día a día. Con esas personas mejoramos nuestra sociabilidad,
compartimos vida, risas, llantos y buenos ratos. Nos aportan otras visiones de
la vida diferentes a las aprendidas en casa que enriquecen sobre manera.
Más adelante llega la pareja un
instante crucial que cambia tus prioridades de manera sustancial. Compartir con
alguien que a la vez nos une el mismo sentimiento es muy grande. Cada día con
Ella o Él es una prueba, una conquista y un paso para el compromiso mutuo.
Los hijos son como un gran libro
que ha de escribirse pero que nosotros tenemos que comenzar a redactar la
historia de una nueva vida hasta que ellos mismos comiencen a contar la propia.
Ese en el momento que tiene importancia todo lo aprendido, vivido, etc.. que
tenemos que usar para hacer que este nuevo ser sea mejor.
En resumen: De la gente se
aprende y de uno la gente.
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